Discurso de Monserrate Guillén en el Pregón de Semana Santa

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Señoras y señores, la sobriedad del Canto de la Pasión, que se acerca cada día más a ser un bien cultural después de siglos de ser y seguir siendo nuestro más preciado bien emocional, ha abierto esta noche, en la que manda la tradición que se convoque al pueblo de Orihuela en Asamblea pública y solemne, para anunciar la Semana Santa.

Un acto que en tiempos tenía lugar en el Salón de Plenos del Ayuntamiento, porque era allí donde se dirigían las Cofradías, las Hermandades y las Mayordomías para, tras glosar los días de la Semana Mayor, solicitar el preceptivo permiso para ocupar las calles de Orihuela. Quizá, sin pensar que son las calles de Orihuela las que deben estar eternamente agradecidas porque las pise su Semana Santa.

Una Semana Santa a la que también en este acto se le pone nombres y apellidos, porque la hacen hombres y mujeres, la construyen con sus manos, con sus pensamientos y con sus ilusiones.
Todas ellas las abrazará el Viernes Santo José Antonio Lafuente, quien desde hoy es de forma oficial el que ha de portar la bandera de todas las Cofradías y las Hermandades, con el mérito del que, amando principalmente a la suya, ha sabido amar a todas las de nuestra semana grande.

Hoy, también, entre todos los nazarenos se ha destacado a uno al que debiera felicitar, y lo hago, pero yo quiero aprovechar tan singular ocasión, más que para felicitar, para agradecer.

Eduardo Ferrández ha tenido la virtud del buen nazareno, ha sabido tender la mano con el dulzor del caramelo y mantener el anonimato. Apenas los ojos, como los de cualquier encapuchado de una procesión, han servido para hablarnos. Ha hecho grande, mucho más grande, la Semana Santa sin jactarse de ello. Les aseguro que siempre tendió la mano. En él, los que estuvieron y los que llegamos después, encontramos a un sincero colaborador, a un defensor de la Semana Santa y a un maestro en ese camino que, como el buen nazareno, solo con los ojos y la mano tendida nos supo ofrecer todo lo que podía, e incluso en ocasiones, más de lo que podía. Muchas gracias Eduardo.

Dice el Canon 872 que un padrino lo es por vida, no se puede rehusar ni anular su nombramiento.
Ya lo tenían los primeros cristianos. Eran los encargados, durante al menos tres años, de seguir sus pasos y enseñarles a andar por la vida, y sólo con un padrino se podía aspirar a ser bautizado. De ahí el refrán popular “quien no tiene padrino no se bautiza”.

Mis padres eligieron a uno que me llevó a la pila bautismal y fiel a esa permanencia por vida, a la que obliga el Código Canónico, esta noche me ha vuelto a dar otra lección. Ha volcado sus ilusiones y sus sentimientos en todos y cada uno de nosotros, pero me permitirán la licencia personal de la especial emoción, más que de Alcalde, de ahijado, de nuestro Glosador.

En estos tiempos más que nunca porque, si algo me enseño él, como lo hicieron mis mayores, fue el significado del respeto.
Se puede pensar diferente, se puede ser diferente, pero el respeto es aceptar e intentar comprender a los demás.

El respeto es también no jugar con las creencias de tus mayores, no utilizarlas como vulgar propaganda y jugar al ‘pim-pam-pum’ como si de un muñeco se tratase.

Eso, el respeto a las personas, a las creencias y a las instituciones, que me enseñaron mis mayores, también mi padrino, es lo que he venido a escuchar y he escuchado esta noche, es lo que he venido a pedir y pido esta noche.
Respeto para la Semana Santa, para quienes la conforman, para quienes la construyen, para quienes la representan y para la gran parte del pueblo de Orihuela que la vive.

Decía el filósofo y escritor suizo Amiel: “el que desprecia demasiado, se hace digno de su desprecio”.

Ojalá nunca nadie vuelva a despreciar la Semana Santa. Quienes han intentado hacer bandera de ella, sin reconocer que lo es de todos, debieran reflexionar sobre el flaco favor que se le hace, utilizando sus instituciones para intereses particulares. En cualquier caso, ya nos advierte el Evangelio: “… por sus actos los conoceréis.”

Hoy mantengo, como he mantenido siempre, que la Semana Santa de Orihuela es parte de la entraña misma de los oriolanos y las oriolanas, que se puede entender de muy diferentes maneras, pero que hace un mal ejercicio de oriolanía el que no la respeta, porque si nosotros negamos o jugamos con lo nuestro, nadie sabrá apreciarlo en su justo valor.

Hoy vengo aquí como Alcalde de Orihuela, para decir un sí rotundo a la Semana Santa, para ponerme al servicio y en estrecha colaboración con quienes la organizan y codo con codo con los que participan de ella.

Lo hago, porque por encima de cualquier convicción, creencia o ideología, tengo muy claro que soy el Alcalde de todos los oriolanos y las oriolanas, y de todos es la Semana Mayor.

Señor Presidente y Junta Mayor, no yo, ni la Corporación Municipal, el pueblo de Orihuela da permiso y pide con ansia que la Semana Santa salga a la calle, hasta entonces procuraremos como siempre, querido Ignacio, poner a Orihuela guapa ante tan magno acontecimiento.

El Sábado Santo, al caer la tarde, os convoco a todos y a todas, para acompañar el Santo Entierro que encabezará un estudioso y un defensor vocacional de la Comarca de la Vega Baja, como es Gregorio Canales, que además ha demostrado ser todo un caballero.

Hace, hoy setenta y dos años, era Domingo de Ramos, y dejaba de existir, sin cerrar los ojos, prisionero por los que no suelen respetar nada, el más universal de los oriolanos y las oriolanas, quien proclamó como pocos que en esta Semana Santa que hoy se anuncia de forma solemne: “cruza humilde el nazareno”.

Desde esa humildad, y con el máximo respeto, allí estaremos. Buenas noches.

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