Discurso de Antonio Zapata en la exposición pública de la Enseña del Oriol

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“Y arriba en la cumbre, dos lámparas palpitan cual corazones confundiéndose con las estrellas, en esa noche en la cual la Vega es como una heredad infantil de palmeras doblándose y un camino desnudo palpitando por todo el paisaje y escondiéndose en el confín de una claridad de alas victoriosas, de promesa de Mediterráneo. El pendón ondea por el tibio aire y el Oriol mira orgulloso al pueblo y su Vega”

SALUDOS:

Oriolanos y oriolanas.

Sobre un sitial de honor y mirando orgulloso al pueblo que le rinde homenaje, otra vez el Oriol, otra vez 17 de Julio.

Es el día en que un pueblo, sin más apellidos que el nombre que le enorgullece, se junta codo con codo frente a su historia para sentirse, para reconocerse, para buscarse en su orgullo. En ese orgullo que le aprieta las entrañas, le sube a la garganta y que tiene un nombre grande, hermoso, abierto:Orihuela.

Que hoy más que nunca se llena de oropel, de luz, de alegría. Rompe gargantas al viento y convierte en realidad los sueños, porque los sueños se hacen realidad cuando los pueblos se visten de fiesta.

Me encuentro ocupando este lugar porque así lo mandan las circunstancias, por ello, quisiera tener mi primer recuerdo para quien, por rango, debiera ocuparlo. Para quien esta noche, estoy seguro, en la soledad de la habitación de un hospital estará henchido de emociones y de palabras, que hoy he de hacer mías inevitablemente, con la conciencia y la esperanza puesta en que, más pronto que tarde, vuelva a ocupar este mismo lugar que ocupo yo.

No es este acto otra cosa que la muestra viva de las tres condiciones que, por historia y valentía, nos corresponden a los oriolanos: nobleza, lealtad y fidelidad.

Junto al paño carmesí de nuestra bandera, venimos a conjurarnos a favor de la nobleza.

Esa nobleza que nos obliga al respeto, a la convivencia, a la defensa firme de lo nuestro, a llevar la cara alta y orgullosa sabiendo que Orihuela, su nombre, sus cosas y sus gentes, están muy por encima de actitudes mezquinas y de quienes quieren, en su nombre y en su interés, mancillarla para provecho propio.

Frente a ellos, como diría Miguel:

“Alzad la cabeza al cielo:
La cabeza que se dobla
no recibirá en la frente
los resplandores que asoman.
Que la cabeza doblada solo a los bueyes adorna.
Las frentes han de ser cumbres,
cumbres para las alondras,
para los soles primeros,
para las luces heroicas.”

Esta también es la noche de la lealtad, de la lealtad con nuestra historia, con nuestra identidad, con este Oriol que desde hace quinientos noventa y cuatro años se presenta orgulloso en el balcón del concejo, para recordarnos el pasado y exigirnos lealtad con el futuro. Un futuro que solo ganaremos juntos, un futuro que solo ganaremos si esa lealtad la tenemos para con nuestros hijos y para con nuestros nietos.

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Si esa lealtad no es con Orihuela, con nuestra tierra y con nuestras gentes, no seremos más que fruto de una traición cobarde.

Esta noche celebramos la única traición de la que sentirnos orgullosos, la que Armengola hizo a su mentor, el Alcaide del Castillo, acompañada por Aruns y Ruidoms tomando la Alcazaba para el Rabaloche y para Orihuela.

Esa fue su obra y su leyenda. Hecha por lealtad.

Esta noche también es la noche de la fidelidad.

De la fidelidad con el progreso, de la fidelidad con el orgullo por la tierra. Es la noche de mirarnos las conciencias y pensar si cuando se nos llena la boca de decirnos oriolanos y oriolanas, también se nos llenan las manos y el corazón para ofrecerle esa oriolanía a Orihuela.

Ser fiel no significa ser sumiso.

Ser fiel no significa acallar la crítica.

Ser fiel no significa acallar la protesta.

Ser fiel significa trabajar por la tierra que nos vio nacer o que nos acoge; defenderla, lucharla y construirla cada día, hombro con hombro, mirando al frente y no para otro lado.

Esta es la noche de la Muy Noble, Leal y Siempre Fiel ciudad de Orihuela.

Que sustenta y lleva en volandas la fiesta.

Esa que nos cambia la piel cada mes de julio, que nos hace ponernos hombro con hombro y firmar la paz, antes de que suene la guerra bufa del arcabuz y el morterete.

Esa fiesta que, como el Oriol, es de todos y de todas, y que, como su paño rojo, ya lleva mucha sangre, mucho sudor y muchas lágrimas, de quienes la han reconstruido en los últimos cuarenta años.

Esta es la noche de todos los oriolanos y oriolanas; por ello, proclamo en nombre de la Corporación Municipal, a la que hoy me honro en representar, que esta noche también es la noche de la fiesta.

La noche de todos los abdelazíes que cada día firman la paz en este pueblo, y de todos los Aruns y Ruidoms que la reconquistan entre las sombras, acompañando a las miles de armengolas que llenan nuestras calles y nuestras plazas.

Esta es la noche de la marcha mora y el pasodoble festero, de la risa y la alegría, de la leyenda y del futuro.

Esta es una noche para recordar a quienes hace 40 años llenaron de fiesta el día de la reconquista, la hicieron suya y, desde entonces, es más de todos y de todas.

Frente a ellos mañana estará quien, durante veinte años, fue el primero de los festeros: el Ilustrísimo Señor Don Antonio Francisco Franco Andreu. Quien trabajó por la fiesta y la hizo suya, y que tiene como principal valor el que esta noche tiene toda Orihuela: el valor de la fiesta.

Oriolanos y oriolanas.

Festeros y festeras.

Frente al Oriol, con nobleza, lealtad y fidelidad hacia nuestra tierra, cedo la palabra al Ilustrísimo Señor Síndico Portador de la Gloriosa Enseña del Oriol.

Muchas gracias.

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