Discurso del alcalde Monserrate Guillén en el nombramiento de Orihuela como Ciudad por el Comercio Justo

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SALUDOS:

Señoras y señores. En pocas ocasiones el agradecimiento de un reconocimiento como el que hoy se hace al Municipio de Orihuela se convierte en un compromiso; en un compromiso nada fácil de asumir, porque debe ser constante, diario y, estoy seguro que en ocasiones, puede ser duro e incomprendido.

La Corporación Municipal de Orihuela decidió adherirse a las Ciudades por el Comercio Justo. La primera que lo hace en toda la Comunidad Valenciana. Sabemos que, en este caso, no nos podemos limitar a un brindis al sol, a un acto más o menos solemne, o a un eslogan que vista nuestros escudos o la papelería oficial.

Hoy nos comprometemos a hablar a diario de justicia. Digo que a diario, porque hablar de consumo y hablar de comercio, es hablar de un hecho diario. Es ponerse dentro de nuestras humildes posibilidades frente a un concepto que, por habitual y repetido, lo hemos hecho nuestro. Ese que asegura que el libre comercio es bueno para todo el mundo.

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Como diría Susan George “esto puede que fuese cierto en el siglo XVIII… pero lo que entendemos por libre comercio se parece poco al término que pretende insinuar”. Puede el comercio ser libre y justo a la vez?

Es cierto que el libre comercio podría ser bueno para todos si con él habláramos de justicia, pero podríamos caer en hablar de justicia con el lenguaje de la injusticia y quedarnos ciegos ante quienes nos tapan los ojos repitiendo incesantemente que no hay alternativa al actual orden de las cosas.

Entenderán que por pura convicción ideológica tenga como pensamiento constante aquel que reza: “piensa globalmente y actúa localmente”.

Desde el pensamiento global, un Alcalde tiene que denunciar y hacerle ver a los ciudadanos y ciudadanas que, en los primeros meses de este año, se han firmado en el mundo más de quinientos acuerdos comerciales bilaterales y que todos se adaptan como un guante a las empresas transnacionales.

Todos ellos se mantienen con países empobrecidos, con pocas o nulas capacidades de negociación, con gobernantes en su mayoría corruptos cuyo fin último se convierte en parte de los pagos a un sistema que llaman globalizado, que responde a una misma lógica consecuencia: que la riqueza se concentre cada vez en menos manos; para ser concretos, en el 0,1 por ciento de la población.

En definitiva, volviendo a las palabras de la Presidenta Honorífica de ATTAC: “el libre comercio no es otra cosa que la libertad del zorro en el gallinero”.

Es responsabilidad de cualquier político, sea cual sea su representación, o aunque no fuera ninguna, denunciar públicamente aquellas cuestiones que impiden liberar a un país y a sus gentes de las garras de las empresas y de los bancos.

Esa es nuestra aspiración global. Nuestro pensamiento casi utópico desde este rincón al sur del Mediterráneo; pero esa es nuestra responsabilidad y queremos que lo sea desde hoy mismo de todos los ciudadanos y ciudadanas de Orihuela.

Sé que comienza aquí un camino difícil, largo, y seguramente imposible para muchos de nosotros en el tiempo. Pero como dice la Presidenta de vuestra Coordinadora Estatal, la señora García de Vinuesa: “el comercio justo no está sólo en su apuesta por colocar a las personas y al medio ambiente en el centro de la actividad económica. La defensa de los derechos humanos y de la justicia social y comercial, se conjuga en plural”. Este es un compromiso irrenunciable de todos y de todas.

Las ventas de este tipo de comercio al que hoy nos unimos han aumentado en España en los últimos doce años; de siete millones de euros a veintiocho. Superando con mucho a la venta que se realiza en las tiendas de comercio justo.

Por eso, más allá de la obligación -no sólo protocolaria sino moral- que este Ayuntamiento adquiere hoy, puedo decir con orgullo que comenzamos esta andadura con nueve comercios que ponen en sus estanterías productos etiquetados con esta garantía. Seis empresas de hostelería que también lo recogen en su oferta. Cuatro centros educativos. Dos organizaciones cívicas y cuatro empresas que se dedican a actividades no relacionadas directamente con la venta de este tipo de productos.

A ellas, que han sido reconocidas aquí esta noche, quiero darles las gracias. A quienes las dirigen, en el caso de las empresas, o a quienes forman parte de las organizaciones y los centros educativos.

Estas iniciativas de gente de mi pueblo son de esas que cuando uno se cuestiona si merece o no la pena seguir en la lucha, que cuando uno encaja críticas merecidas o no, que cuando uno cae y hay que volver a levantarse, sabe que ha de hacerlo, que merece la pena, que la gente de tu tierra también se pone en el tajo cada día.

Mención especial merecen quienes forman parte del grupo de voluntarios del comercio justo. Por esa labor de hormiga que va minando las conciencias y que, en pocos años, se ha convertido en un referente. Porque me consta que no sólo son espacios de venta de productos, son sitios de formación, de sensibilización, de encuentro. Son lugares gestionados por colectivos y personas comprometidas, y donde hay personas comprometidas, se practica la conciencia ciudadana y la denuncia social.

Tuve la oportunidad de decir hace unos días en un Seminario sobre Agricultura Ecológica, que la alimentación ha dejado de convertirse en un derecho para ser un negocio e, inevitablemente, en la situación en la que vivimos, esa máxima no está tan lejana.

Aquí y ahora, a la vuelta de la esquina, podemos encontrar cómplices y víctimas de esa realidad que, por global, la tenemos en el salón de la casa. Habrá que preguntarse, o mejor, habrá que conseguir que los ciudadanos y ciudadanas, en este caso de Orihuela, nos preguntemos si a la hora de adquirir un producto no estamos cometiendo una grave injusticia, no estamos tendiendo la mano al ‘zorro libre en el gallinero’. Si por un ahorro, en ocasiones vulgar, no estaremos dando un empujón, por pequeño que sea, a un hombre, a una mujer, a una niña, o a un niño hacia la miseria.

Es cierto que las empresas tratan de cuidar su imagen, que todos vimos cómo se denunciaba a cierta marca deportiva hace algunos años por enriquecerse con productos elaborados desde la más vil explotación. Hay más, muchos más, pero también son demasiados los que de forma inconsciente entran en el juego y, lo que es más grave, de forma consciente miran para otro lado.

Insistir en la denuncia necesaria de estos hechos también es, a partir de hoy, responsabilidad del Ayuntamiento que presido y del pueblo al que represento.

Pero no nos engañemos. Es mucho peor tener la víctima enfrente, ver cómo la crisis de la mayoría también enriquece frente a nuestras narices a unos pocos. Ver cómo no hace falta mirar al otro lado del mar para encontrarse con explotados que abaratan su salario y tiran por tierra sus más mínimas condiciones de trabajo para alentar el consumo miserable de quienes ante las circunstancias compramos barato y, lo que es más grave, para que puedan comprar barato quienes trabajan, cobran y, cada vez más, sobreviven a consta del engorde del bolsillo los de siempre.

Por eso, volviendo a Susan George, creo que la experiencia del comercio justo hay que planteársela para usarla en apoyo a los artesanos y agricultores empobrecidos más cercanos a nuestra realidad, favoreciendo sus cultivos y, ya de paso, contribuyendo a que las y los desempleados españoles, también oriolanos, superen la crisis.

De ahí, que nos hayamos planteado buscar nuevas oportunidades para la creación de empleo a nivel local. Hace unos días se hizo público que un grupo de parados constituía una cooperativa y tenía entre otras la intención, si su calidad era posible, de comercializar el fruto del Palmeral de Orihuela. Recibimos una lluvia de críticas. Hablaron de la necesidad de vender al mejor postor. Y llegaron a acusarnos de manejo, incluso de chanchullo.

Como colofón nos ofrecieron, creo que más producto de la buena voluntad que de la ignorancia, que los dátiles del Palmeral se le ofrecieran al Comercio Justo, por ejemplo, a pesar de que pudiera ser difícil ver a los voluntarios del comercio justo subidos en una palmera cortando dátiles.

El comercio justo es un hecho que se lleva a la práctica. Es una filosofía que pretende la igualdad ante el mal llamado libre comercio. El comercio justo se apoya -de ahí este reconocimiento-, pero también se hace, y ese es nuestro propósito, aunque tengamos que aguantar la ignorancia convertida en buena voluntad, porque ya decía Pope: “que los necios se precipitan por donde los ángeles temen poner el pie”.

Muchísimas gracias por este reconocimiento. Mi agradecimiento a toda la Corporación Municipal por adquirir este compromiso que, como les decía, nos vencerá en el tiempo a unos, pero estoy seguro que otros recogerán el testigo.

El comercio justo es mucho más que comercializar productos justos y mucho más que las organizaciones que lo conforman. Es una aspiración global, una herramienta de cambio social que busca modificar las injustas reglas y prácticas que rigen el comercio común.

Es hora de que pongamos todas nuestras capacidades en incidir en él, de ser parte activa y protagonista del cambio que queremos ver, porque como dijo el M. Gandhi “no se construye un mundo diferente con gente indiferente”.

Orihuela, los oriolanos y oriolanas, no somos gente indiferente. De ahí nuestro compromiso y de ahí la responsabilidad que hoy como pueblo tomamos en nuestras manos al convertirnos en una ciudad por el comercio justo.

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