La mirada del tiempo, por Ana Mas

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Cada exposición convoca el universo creativo del artista y la mirada cómplice del espectador, ávidos, una y otra parte, de consumar la experiencia estética. En La mirada del tiempo encontramos una hermosa historia urdida entre pinceladas y versos con la que Pedro Martínez López, Pedrol, nos desvela los asuntos que le han ocupado a lo largo de una dilatada trayectoria iniciada en 1977. La muestra nos ofrece un recorrido por su itinerario artístico, estableciendo un paralelismo entre su propio devenir y las cuatro etapas fundamentales que caracterizan la poética de Miguel Hernández. Y así como el poeta se vio seducido por la poesía pura y abrazó el neogongorismo en Perito en lunas, también Pedrol ha sentido en ocasiones la atracción del clasicismo, esa búsqueda de la pureza en la pintura que remeda el ideal del arte griego y que queda patente en la obra que da título a esta exposición.

De otro lado, así como en El rayo que no cesa Hernández concentró sus ansias vitales en la poesía amorosa, también Pedrol dedica un impresionante repertorio de óleos sobre tabla o lienzo a la mujer como protagonista absoluta. Son cuadros de una belleza turbadora por la delicadeza del trazo, por la armonía de la composición, por la calidad cromática que explora todas las tonalidades transmitiendo siempre una sensación de serenidad, de equilibrio, en una visión sublimada del amor que, sin embargo, resulta accesible, reconocible, cercana. Pero Pedrol también ha sido siempre un hombre comprometido con su tiempo y sus obras han reflejado a menudo sus preocupaciones sociales, de manera que si el compromiso político obligó a cambiar de voz a Miguel Hernández en su poesía de guerra, del mismo modo las pinceladas se vuelven más bruscas, el dibujo menos definido y el juego de los colores más agresivo cuando Pedrol representa a los parias del mundo. En este contexto, su pintura adquiere incluso tintes satíricos para denunciar los males de nuestro tiempo y, a veces, hasta ofrece metáforas sugerentes y dolorosas. Por lo demás, es un lugar común reconocer el carácter intimista del Cancionero y romancero de ausencias, en relación con el cual también Pedrol nos ha querido ofrecer su pintura más personal, a través de los retratos de María y Macarena.

Sin embargo, en Pedrol, a diferencia de lo que sucedió con Miguel Hernández, esos cuatro temas sobre los que se articula la exposición (búsqueda de la pureza, amor, compromiso social  e intimismo) no siguen un eje diacrónico, como nos podría hacer pensar la evidente disparidad de técnicas y recursos; sucede más bien que es la temática la que impone su ley. Y Pedrol, con su extraordinaria intuición y dominio del oficio -capaz de convertir el leve matiz de un labio de mujer en una desgarradora denuncia o el inmaculado gesto de una niña en paradigma de la felicidad-, obedece a esa ley y pliega la forma al contenido logrando hacernos llegar con nitidez el mensaje. De manera que con él no hay dudas: sabe y nos sabe hacer entender La mirada del tiempo.

Ana Mas de Sanfélix
Concejala de Cultura

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