Contra recortes y tijeras, por Karlos Bernabé

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Los defensores de  una verdadera democracia tenemos una cita el próximo 9 de marzo en Orihuela. Una cita con nosotros mismos, para encontrarnos en las calles y aprender, entre todos, a trazar esas no siempre visibles líneas que separan amigos de enemigos. Una cita en la que limar nuestras propias contradicciones, pues el 9 de marzo muchos estaremos en las calles oponiéndonos a los recortes, pero no todos nos opondremos de la misma forma. Algunos nos manifestaremos comprendiendo que no se protesta sólo contra este gobierno y sus recortes, sino contra las causas que los originaron.

Hemos de asumir de una vez por todas que los recortes no responden únicamente a la voluntad política del PP, sino también, y principalmente, a la necesidad de un sistema económico que va mucho más  allá. Buena prueba de ello es que el retroceso social se ha extendido a lo largo y ancho de europa durante los últimos años sin importar si gobernaba la derecha o la falsa izquierda.  Es imposible abordar un problema político si ignoramos la trayectoria que sigue y el contexto en que se da. No se puede comprender la destrucción absoluta de la sanidad pública si olvidamos la ley 15/97 (aprobada por PP, PSOE y derecha nacionalista) que abría paso, sigiloso pero firme, a la mercantilización de la salud.

Tampoco se puede entender cabalmente el porqué de la LOMCE sin atender al progresivo proceso de ataque a la educación pública, del que el Plan Bolonia o los colegios concertados son buenos representantes. Igual sucede con los crímenes y asesinatos que la banca y poderes políticos están cometiendo contra la clase trabajadora, cuyos  problemas conectan con la desregulación financiera y disminución de las rentas del trabajo que  sucesivos gobiernos alimentaron de forma ininterrumpida desde los años 70. Asimismo, es absurdo quejarse de que el 33% de los Presupuestos Generales del Estado haya ido dedicado a pagar deuda externa si se obvia el hecho de que PP y PSOE, en agosto de 2011, con nocturnidad y alevosía, reformaron la constitución (tan intocable respecto a la república o la ley electoral) para que el pago a la banca tenga prioridad por encima de las pensiones o el gasto social.

No se puede comprender la España de hoy sin echarle un vistazo histórico a la de ayer. Al igual que es absurdo lamentarse por las criminales políticas de la U.E. si se ignora cómo  y para qué se construyó el entramado de las instituciones europeas. Y a su vez, todos los hechos políticos aquí mencionados no son indisociables de un sistema económico donde, como decía el bueno de Marx (al que la realidad no hace sino darle la razón), “La acumulación de riqueza en un polo es al mismo tiempo acumulación de miseria, tormento de trabajo, esclavitud, ignorancia, embrutecimiento y degradación moral en el extremo opuesto”. Estamos ante la inevitable explosión de una bomba cuya mecha llevaba largo tiempo encendida, y sería de necios no reconocerlo. Por  tanto, la necesaria alternativa democrática pasa por estar dispuesto a replantear lo que hasta ayer eran premisas incuestionables: hemos renunciado a la libertad de trabajar menos horas para tener la “libertad” de comprar un coche más grande; nos hemos idiotizado en un mundo digital a cambio de destrozar el analógico; hemos sucumbido a la libertad de empresa a costa de la libertad de las personas; hemos creído en un “crecimiento económico” por y para élites, logrado a base de expoliar a la periferia, vomitar pobreza a cada paso y matar lentamente a nuestro planeta; hemos seguido un camino que sólo nos conduce hacia el abismo. Hemos aceptado, y esto es lo más triste, que el horizonte de lo posible lo dibujen los mercados y no los pueblos. La clave no es, por tanto, elegir otra opción dentro de estas reglas del juego, sino  romper las reglas del juego. La batalla no es sólo contra quien recorta, sino contra los defensores del sistema que controla las tijeras.

Comprender  esto y conectarlo con un modelo económico que nos condena a una desigualdad creciente es el primer paso para iniciar una lucha verdaderamente efectiva donde se entienda que lo que nos jugamos no es el mero triunfo de unas siglas políticas u otras, sino de un modelo de mundo u otro. El mensaje de los poderes a este respecto es cristalino: para salvar su mundo necesitan acabar con nuestros derechos. Nuestra respuesta no puede ser menos clara: elegimos salvar nuestros derechos y destruir su mundo, para construir uno alternativo donde quepamos todos (pero donde no quepa todo). Donde democracia, justicia y progreso sean algo más que la máscara tras  la que se esconden sus opuestos.

Karlos Bernabé Martínez
Pricólogo y Secretario de Organización de IU Orihuela

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