Un papa de Orihuela, por Hilarión Lillo

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Les voy a contar, brevemente si puedo, cómo pequeñas causas pueden llevar a grandes efectos. Cómo la vida es similar a la rueda de la ruleta, tiras la bolita de tu vida y puede caer en cualquier número.

Cuando estaba saliendo de niño hambriento para entrar a la adolescencia, también hambrienta, en los años 50, yo era un niño de la calle, descalzo y al garete. El cura que me confesaba me aconsejó entrar al Seminario Diocesano de San Miguel. Le dije que no tenía vocación de cura porque me gustaban (y me gustan) mucho las mujeres pero el clérigo, con mucha razón, me dijo que en mi precario estado de indigencia lo más prioritario era ingerir alimentos sin parar en vocaciones que ya vendrán con el estómago debidamente atendido.

(Hago aquí un paréntesis para aclarar que podía aspirar a ser cura porque no soy maricón ni pederasta y por gustarme mucho las mujeres nunca me confomé con una y por eso me quedé sin ninguna). Continúo.

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Duré en el Seminario lo que dura un embarazo, nueve meses. Estaba el primero en la clase, era el más listo, y todos los aspirantes a cura que había en los pupitres detrás de mí han llegado a Obispos. A mí me despidieron porque un cura me sorprendió en los aseos masturbàndome. Me resultó chocante tanta severidad ya que allí se masturbaban todos los alumnos. Los profesores, no sé. Y no me voy a meter en camisa de once varas.

Creo que de esto puede inferirse que si aquellos compañeros alumnos que eran menos listos que yo, llegaron a Obispos, si a mí no me hubieran despedido podría ser, casi seguro, Obispo. De hecho, conozco a dos Obispos que estudiaban conmigo. Y como yo era menos torpe que ellos, ¡Quién nos asegura que no hubiera llegado a Cardenal!. Si hubiera sido así no tendría a mis sobrinos en el paro sino bien colocados.

Pero ya puesto, si yo hubiera llegado a Cardenal ¿Por qué no podría haber llegado a Papa y Orihuela habría tenido tan altísimo honor? Tal vez entre el turismo que trae Miguel Hernández y el que trajera yo, como la cuna del Papa, seríamos capaces de llenar por una vez el Hotel Tudemir y hasta el Hostal de Machuca.

Cuando me echaron del Seminario me acerqué al Colegio de Santo Domingo que tenía varios cientos de alumnos internos procedentes de las familias más ricas de Alicante, Orihuela y Murcia (mi abuelo siempre me decía que hay que estar donde hay). Me tomaron de criado y me harté de fregar cacerolas, sartenes, pisos y servir la comida a los niños ricos. No tenía sueldo pero al menos comía. Mas un día el Padre Rector me despidió por que yo era hijo de un socialista y necesitaba mi puesto de criado para dárselo al hijo de un falangista. Me despidió con una arrogancia como si en vez de estar trabajando doce horas por un plato de guiso, me estuviera arrebatando una canonjía.

Otra vez en la calle, cuando tenía 17 años, el Padre Navés, un jesuita de Lérida, bien catalán, me propuso ayudarlo a fundar una escuela profesional para niños pobres. Sin sueldo, sólo por las comidas. Era mi destino. Fundamos el Patronato de San José Obrero que aún está en las Puertas de Murcia (o Raiguero de Bonanza, cerca del cementerio). Trabajé con este Jesuita nueve años y me aseguré el Paraíso pues me pagó miles y miles de Padrenuestros y Avemarías, pesetas jamás ni una. La peseta que entraba en la sotana del Padre Navés había que darla de baja en el Banco de España pues desaparecía de la circulación.

Decidí emigrar a la Argentina y después de tres meses de trabajar doce horas diarias en un covento de los Padres Claretianos (había que limpiar la Iglesia, el Convento y un colegio que tenían al lado). Sin sueldo, sólo por las comidas. Era mi destino. Curas y comida. Dinero ni pensarlo.

Después de tres meses conseguí un permiso de trabajo y logré entrar a trabajar en Nestlé Argentina para servir el café como conserje. Para llegar a director la pirámide del poder tenía 23 escalones. Un día un jefe de departamento, que era un cargo alto, me trató mal porque se me derramó un poco de café en su escritorio. Y yo le dije: «Tráteme bien que algún día puedo ser su jefe». Apreté los dientes, trabajé duro y ocho años después le reñí yo a él porque hizo mal un trabajo y recordamos juntos la anécdota del café. Subí los 23 escalones, me mandaron a estudiar Economía en la Universidad de Lausana (Suiza) y regresé a la Argentina de Director Financiero. La empresa no era fácil pues Nestlé tenía 10 fábricas y 15.000 empleados y obreros.

Un día firmé una autorización para donar a Cáritas Diocesana Argentina un camión de leche en polvo Nido y Monseñor Bergoglio, el Cardenal Primado de la Iglesia Argentina comió en el comedor de la gerencia de Nestlé para adradecer la donación. Así que he tenido el honor de comer en la misma mesa y cruzar unas pocas palabras con Su Eminencia. Coincidió su alta jerarquía eclesiástica con los duros años de la dictadura de Videla y me pareció una buena persona (el Cardenal, no el dictador General Videla). Más de eso no puedo ni debo opinar pero me imagino que no debió ser fácil ser la máxima jerarquía eclesiástica y convivir en el poder con un dictador sanguinario, torturador y criminal.

Tal vez al convivir el actual Papa con la dictadura militar, los Cardenales que votaron para elegir Papa pensaron en Monseñor Bergoglio como el hombre duro que necesita la Iglesia para disciplinar a la rebelde Curia Romana. Le deseo suerte al Papa Fracisco, aunque no lo va a tener fácil pues la Curia Romana maneja el dinero de la Iglesia y debe ser muy difícil quitarles eso.

Y ya termino. Deseo aclararles que no ha sido el motivo principal de esta nota, el contarles mi vida que no tiene nada de particular o interesan y no me gusta airear mis cosas privadas, pero he querido demostrarles cómo en la ruleta de la vida no sabes qué número te va a tocar, y para demostrarles también cómo una pequeña causa, una simple masturbación de un niño en el Seminario, terminó conmigo como un simple jubilado en vez de con un valioso puesto de Obispo o Cardenal (o Papa, jajajaja) y así no tendría a mis sobrinos en el paro.

[author image=»https://www.orihuela.info/wp-content/uploads/2013/09/hilarion-lillo.jpg» ]Hilarión Lillo Roche es un escritor oriolano que ha escrito una trilogía de novelas costumbristas relacionadas con la vida en Orihuela durante los primeros 20 años del franquismo, desde 1940 a 1960. Las novelas se titulan «Te espero en Orihuela, vida mía», «Orihuela y sus hojas al viento» y  «De Orihuela a Buenos Aires, con ángeles y demonios».[/author]

1 comentario
  1. Gabriela San Miguel dice

    He leído este articulo y me pareció muy simpático como enlaza sutiles episodios de su vida que lo llevaron a conocer al mismísimo Papa que honor. a mi me encantaría que en la ruleta de la vida me tocara el numero Hilarión me invitara un café y poder conocerlo en persona, no…disculpe si fui muy osada .

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