Pichi se confiesa, por Hilarión Lillo

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Las prostitutas sólo podían ir a la misa del alba, en la madrugada y tenían instrucciones del Párroco, el Rvdo. Don Manuel Cayuelas, de que no se desperdigaran por el templo, así que se ponían todas juntas, agrupadas, casi escondidas debajo del púlpito de la Iglesia de Santa Justa. Entre las prostitutas de los dos burdeles que había en Orihuela, La Carbonera y La Lucía, se juntaban unas quince mujeres de entre 30 y 40 años. Estaban las mujeres en silencio, tímidas, respetuosas y agradecidas como si el Párroco les hiciera una gran concesión permitiéndoles ir a misa y dándoles confesión y comunión.

El ayundante del Párroco, el Prebítero Don Paco Navarro, había sido designado por el titular de la parroquia para que fuera el confesor de las prostitutas. Las confesaba con rapidez y en un cuarto de hora estaban todas listas para recibir la comunión pues Don Paco ya las conocía por su nombre de guerra y sabía que ellas eran buenas personas que tenían un sólo pecado: ser prostitutas. Así que, para terminar antes, en una confesión rápida, las había masificado enseñándoles una confesión estándar.

Era así:

– Padre, me acuso de que soy prostituta.

– ¿Por placer o por necesidad? – preguntaba el Cura.

– Por necesidad, Padre.

– Bueno, eso no es tan grave ¿Te arrepientes de esa horrible profesión y tienes el propósito de enmienda?

– Sí, Padre.

– Bien, reza como penitencia un Padrenuestro, un Credo y una Salve. Ego te adsolvo in nómine Patri, et fillis, etc, etc.

Pero a Don Paco le había salido un hueso duro de roer, una prostituta respondona que se negaba a que la confesaran en serie y le complicaba la confesión con preguntas y cuestionamientos que desesperaban al Cura porque se le atrasaba su misa. Pero la Pichi le llevaba como limosna un día entero de su trabajo y tenía alguna preferencia. Y empezó su confesión cuyo secreto el sacerdote no lo vulneró sino que la Pichi se la contó a su amigo Pepe Sancho y éste me la contó a mí:

– Ave María Purísima.

– Sin pecado concebida. ¿Cómo estás Pichi? ¿Me has traído el sobre con tu limosna?

– Si, Padre, aquí lo tiene. Todo lo que gané el miércoles con 14 huertanos.

– Está bien, no me cuentes detalles. Que Dios te lo pague. Venga, vamos a ver si has aprendido a confesarte con brevedad como tus compañeras pues siempre me complicas y alargas la confesión.

– ¿Yo le complico algo? – le contestó la Pichi tímidamente.

– Sí, Pichi, no sé cómo lo haces pero me enredas una confesión que debería ser muy sencilla porque tú eres una buena mujer que tiene un solo pecado y yo ya lo conozco. Venga, vamos empieza con tus pecados.

– Ave María Purísima – dijo la Pichi.

– Eso ya lo has dicho, ya has saludado a la Virgen. Ahora dime tus pecados.

– Padre, me acuso de que soy prostituta.

– ¿Es por placer o por necesidad?

– Es por necesidad… pero mire usted tengo un amigo mío que estoy muy a gusto con él y hasta me cuenta cuentos. Aunque no me pagara me gustaría estar con él.

(Don Paco Navarro tenía una costumbre de decir !Leches! que era una expresión muy normal en Orihuela. No se la podía quitar.)

– Leches, Pichi, ya empiezas con tus complicaciones – dijo Don Paco mirando impaciente su reloj. ¿Y quién ese ese cliente que tanto te gusta? ¿Lo conozco yo?

– Si, Padre, se llama Pepe.

– Pichi, Pepe se llaman casi todos los hombres de Orihuela, así que dame más detalles.

– No puedo -respondió la Pichi- pues es un secreto profesional. Así como usted no puede contar lo que oye en confesión, las putas tenemos nuestros códigos y no podemos contar los secretos de nuestras relaciones con los clientes.

– Bueno dejemos eso o esta confesión no se acabará nunca. ¿Te arrepientes de ser prostituta y tienes el propósito de dejarlo?

– No, Padre, a mí me encanta ser puta, mi abuela, mi madre, mis dos hermanas y yo somos todas putas, gracias a Dios y a mucha honra.

– No blasfemes, Pichi ¿Cómo vas a decir que eres pecadora gracias a Dios?

– Es que si no fuera así estaría fregando pisos, sin poderle pagar los estudios a mi hijo y muerta de hambre.

– Pichi, eres la leche, no puedo contigo, me desesperas. Mira que si se me hace tarde para mi misa el Párroco me puede sacar mi puesto de ayudante y lo necesito.

– Padre, no diga «leches», es una mala palabra.

– Está bien hija, es que me sacas de quicio. Perdona.

– Está bien, Don Paco, lo perdono.

– ¿Qué tú me perdonas a mí? ¿Ves cómo me enredas? Estamos en confesión y soy yo quien tiene que perdonarte a tí. Mira, Pichi, esto funciona así. Atiéndeme. La gente viene aquí, cuenta siempre los mismos pecados, dice que se arrepiente, que no lo hará más, yo les absuelvo y ellos comulgan y se van en paz. A los pocos días regresan, me cuentan los mismos pecados, se van en paz y así todas la semanas.

– Pero, Padre, eso no parece una confesión, parece la vuelta a los puentes, dan vueltas y vueltas y siempre están en el mismo lado. Bueno, no se altere, Padre. Le digo lo que usted quiera y terminamos.

– Venga, vamos,Pichi, rápido por favor.

– Padre me acuso de que soy puta.

– Por necesidad o por placer?

– Por necesidad… pero es que con Pepe…

– ¡Ni Pepe ni leches! – levantó la voz Don Paco. Venga, ahora estamos cerca: ¿Te arrepientes de ser prostituta?

– ¿Y quién me dará de comer y pagará los estudios de mi hijo? ¿Lo hará usted?

– Pichi, no puedo contigo, me ganas por cansancio. Me lo salto todo, te doy la absolución y la comunión y que Dios me perdone. Reza de penitencia…

– Un momento, Padre, no me dé la penitencia todavía porque me falta confesar un pecado grave.

Don Paco vuelve a mirar el reloj desesperado. Es la hora de decir su misa.

– Venga, Pichi, ¿cuál es ese pecado tan grave?

– Le he dicho a una mujer que es una hija de la gran puta.

– Mal, muy mal, es un pecado grave, me extraña mucho en tí. ¿A qué mujer le has dicho eso?

– ¡¡A la madrastra de la Cenicienta que no para de pegarle a su pobre hijastra!!

– ¡¡Leches, Pichi, si ese personaje no existe, es de ficción!!

– Será de lo que sea pero yo se lo he dicho porque no la aguanto más.

– ¡Ay, Dios mío, Virgen Santísima del Amor Hermoso!- suplica Don Paco. Reza diez Padrenuestros, uno por tus pecados y nueve por ser más pesada que la madre que…

– Don Paco, no diga malas palabras…!

– Fuera, fuera de aquí, fueeeerraaaa!

[author image=»https://www.orihuela.info/wp-content/uploads/2013/09/hilarion-lillo.jpg» ]Hilarión Lillo Roche es un escritor oriolano que ha escrito una trilogía de novelas costumbristas relacionadas con la vida en Orihuela durante los primeros 20 años del franquismo, desde 1940 a 1960. Las novelas se titulan «Te espero en Orihuela, vida mía», «Orihuela y sus hojas al viento» y  «De Orihuela a Buenos Aires, con ángeles y demonios».[/author]

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